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viernes, 7 de junio de 2013

LA COMARCA DE LA ARMUÑA



«Aburrida, esteparia, cerealista, solitaria o envejecida» son algunos de los calificativos que se usan para describir la Comarca de La Armuña.
Hoy quiero romper ese tópico y dar a conocer alguno de los secretos de esta desconocida comarca salmantina, que tantas sorpresas esconde.
El origen de su nombre, se remite al árabe «Al-Munya» que quiere decir algo así como: huerto, vergel, tierra fértil. Su paisaje se caracteriza por amplios y diáfanos horizontes, dominados por llanos ondulados con predominio de campos de cereales y leguminosas, con zonas de regadío y montes de encinas y pinos.

Una explosión de olores, colores y texturas diferentes en cada época del año. Tonos vivos y la fragancia de las flores marcan la llegada de la breve primavera. Los matices dorados de los campos junto con el azul celeste del cielo traen consigo olor a cosecha y tierra mojada en las agradables y tranquilas noches de estío. Los suaves vientos arrastran el tufillo del cisco que enciende los primeros braseros, y junto a colores amarillentos, ocres y anaranjados anuncia que el otoño ha llegado. Grises neblinas y rudas escarchas marcan los días de invierno, con su aroma a lumbre, a navidad, a frío…




668 km2 a lo largo de 28 municipios, nos permitirán recorrer espacios naturales protegidos, vías pecuarias y cañadas reales de gran relevancia, como la Vía de la Plata y otras de menor repercusión, pero no por ello, de menor belleza.
Senderos ambientales como el del Arroyo de Santa Lucía en La Vellés, los Caminos de Monterrubio o la Ruta de las Catedrales Vivas en Torresmenudas y Valverdón. Zonas forestales como El Monte de La Orbada, Los Valdemoros en Parada de Rubiales o  la Ribera de Cañedo en Topas.
Es probable que en nuestro paseo por estos lares veamos (de lejos), como las avutardas campan a sus anchas por los campos de cereal.

Cada localidad con su iglesia parroquial, seis de ellas declaradas Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento y tres con especial encanto y belleza, tanto, que incluso algunos se atreven a llamarlas «Las Catedrales de La Armuña»: La Iglesia de Santa Cruz en Palencia de Negrilla, La Iglesia de San Cornelio y San Cipriano en Villaverde y la Iglesia de San Silvestre en Los Villares.



Pequeños y modestos museos, creados con mucho esfuerzo y que son el orgullo de sus vecinos, como el Centro de Interpretación de Los Caminos Históricos ACUM en Calzada de Valdunciel o el Aula Interpretativa del Vino de Tierra del Vino y de La Armuña en Parada de Rubiales, son un ejemplo de afán de superación de las gentes de estos pequeños pueblos por mantener viva la historia y tradición de sus antepasados.

Y no quiero olvidarme del folklore y las manifestaciones tradicionales de la zona. Para no extenderme mucho, sólo destacaré una de sus construcciones típicas más emblemáticas: los frontones. Un lujo del que pueden presumir la mayoría de municipios armuñeses, algunos de gran belleza, como el de San Cristóbal de la Cuesta o el de La Vellés.



Dentro de su afamada gastronomía, dos productos estrella con denominación de origen propia: la Lenteja de la Armuña y el Garbanzo de Pedrosillo. Una recomendación, no os marchéis sin probarlos…




Si os apetece hacer noche, para recorrer y disfrutar con calma este singular territorio, opciones de calidad para todos los gustos: alojamientos con encanto (como El Castillo del Buen Amor en Villanueva de Cañedo, Topas), para enamorados del vino y el relax (Hacienda Zorita Wine&Spa en Valverdón), para cosmopolitas (Doña Brígida Forum Resort en Villamayor), albergues (Albergue del Peregrino en Calzada de Valdunciel), campings (Camping Olimpia en Pedrosillo el Ralo), Casas rurales (La Sandovala en Forfoleda, La Casa del Saúco y Charaíl en La Vellés o Galicán en Moriscos, entre otras) y hostales y pensiones (Hostal Carolina en Pedrosillo, o El Pozo en Calzada de Valdunciel son algunos ejemplos).

Como podéis ver, La Armuña es una comarca apta para amantes de la naturaleza, del arte, de la etnografía, de la historia o simplemente, para todo aquel que, como Fray Luis de León, quiera escapar durante un rato “del mundanal ruido”.