Quizá sea este enclave privilegiado el que ha hecho de Arévalo un lugar vivo, de convivencia de varias culturas.
Paseando por sus calles retrocedemos en el tiempo a la época del reinado de los Reyes Católicos. Sólo alzar la vista te permite descubrir el gusto por el detalle en escudos y otros ornamentos que decoran fachadas y aleros de lo que antaño debieron ser palacios y casas solariegas;
A la entrada del Arco de Alcocer o Arco de la Cárcel, encontramos una estatua en bronce dedicada a Isabel la Católica, por la ciudad de Arévalo. Icono principal de estas tierras y muy en auge (tanto en oferta como en demanda turística), tras la exitosa serie de televisión basada en su vida y obra.
Es además en el pasaje de este Arco, donde se encuentra la Oficina de Turismo, donde te atenderán amablemente.
Un escalofrío me recorre al encontrarme, casi sin darme cuenta, en un espacio mágico, anclado en el tiempo: La Plaza de la Villa, de suelo empedrado y enmarcada por edificios porticados, con sus columnas de piedra y vigas de madera, y coronada en uno de sus lados por el imponente ábside mudéjar de la Iglesia de Nuestra Señora de Santa María la Mayor y en el otro por las Torres gemelas de la Iglesia de San Martín. Un espacio tranquilo, silencioso, recientemente recuperado, con enormes portalones bajo las arcadas, que invitan a asomarse a ellos e imaginar que quizá estas puertas encierren grandes secretos de los arevalenses.
Balconadas repletas de flores y olor a asado...
Calles llenas de historia y románticos rincones provocan el deleite de nuestros sentidos. Llegamos al Castillo de Arévalo. Debo decir que tuve la suerte de hacer una visita guiada completamente gratuita de la que me informaron en la Oficina de Turismo, y a decir verdad, he de reconocer que me llevé un pequeño desengaño. Actualmente el Castillo está destinado a usos propios del ministerio de agricultura y además alberga un sencillo museo de cereales. La magia se rompe al ser consciente de su plena reconstrucción en la actualidad y del poco uso que se saca de un lugar tan simbólico.
Lo mejor: las vistas de la ciudad desde su torre del homenaje.
No podemos irnos de Arévalo sin degustar su plato estrella, el cochinillo asado, para muchos, mejor incluso que el de Segovia. Por mi parte, no puedo opinar, ya que no es plato de mi gusto, pero puedo decir que todos aquellos con los que he ido, han quedado maravillados.
Me permito recomendaros un pequeño local, con categoría de dos tenedores en el número 33 de la Avenida de Emilio Romero, El Restaurante Goya: ofrece menús de varios precios y servicio a la carta. Trato exquisito y excelente calidad precio.
En esta misma avenida, se encuentra una vieja locomotora de vapor, un agradable recuerdo de mis primeros viajes siendo una niña. Esa vieja máquina me servía de punto de referencia para saber cuánto tardaría en llegar a casa al volver de algún viaje. Aún hoy al pasar por allí, la busco con la mirada y se me escapa una sonrisa de añoranza...
Si no conoces Arévalo, no dejes de pasar un día por allí. Arte, cultura y gastronomía en la cuna de Isabel la Católica te harán pasar una jornada inolvidable. Ahora y hasta el día 3 de Noviembre, puedes dotar tu escapada de un valor añadido visitando la última exposición de las Edades del Hombre: Credo. Más de 100.000 visitantes se han acercado a disfrutar ya de esta magnífica exposición castellana.






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